domingo, 7 de febrero de 2010

El Día de San Patricio. Parte Segunda.

Es mágico ver como una situación que no destaca por nada en particular, por ser solo seis o siete horas que pasarán al cubo de los recuerdos desechados, da un inesperado giro de ciento ochenta grados y se plantea como algo que además de ser divertido se convertirá en experiencia a utilizar en un futuro. Esa noche había pasado eso, plantarse en el último sitio donde pensaba que me lo iba a pasar bien, que salga todo mal y una recompensa kármica a esa tortura de varias horas de sexo con arena y orina de desconocidos. Redondo.

Estuvimos hablando en el bar donde ella trabajaba durante un buen rato, al fin y al cabo, conocer a alguien -sea o no interesante- puede ser algo bastante enriquecedor. Finalmente tras dos o tres besos de esos que duran treinta segundos cada uno, decidimos ir al servicio del bar a pasar el rato, más bien decidió ella, a mi estas cosas siempre me han dado bastante vergüenza. He tenido alguna que otra experiencia sexual en un servicio, antes y después de aquel día en Benalmádena, pero aquella fue la primera vez en la cual no había bebido lo suficiente. Es cierto que me encontraba muy excitado, pero he de reconocer que gran parte de los recursos cognitivos de los que disponía en esa situación se encontraban pendientes de no mancharme excesivamente los pantalones de orina ajena, ni de mancharme yo ni ella. Con sustancias atenuantes del cerebro es mucho mas sencillo ignorar estos ascos, pero en mi estado no, ella seguía con su "flow" pero yo no podía evitar levantar la pierna para evitar ese charco que se forma entre las losas inclinadas de lo retretes públicos. Tras unos diez excesivos minutos de petting, llego la hora de ponerse serios, metí la pierna en el charco, me manché el culo en el retrete. Respiré. Abrí los ojos mientras ella los mantenía cerrados. "Pues si a ella no le importa, tampoco será para tanto..."

Cuando salimos de allí me preguntó si quería ir a la playa, y como me lo había pasado bien y no tenía nada que hacer fuimos hacia allí dando un paseo. Seguimos hablando. Entonces cambió todo el sentido del humor y el desparpajo que me había demostrado por una exagerada espiritualidad -demasiada para mi gusto- Habló de ciclos lunares, lugares de poder y movidas célticas que no terminé de entender del todo, tampoco era el momento de ponerse quisquilloso, se fijó en un cuarzo negro que llevaba colgado del cuello y me preguntó si sabía lo que significaba.

-No tengo ni idea.

Por lo visto era una de esas mierdas que canalizaban energía, que bajo ningún concepto podía ser tocada por otra persona que no fuese yo porque podía interrumpir en el flujo natural con la que la piedra absorbía mi energía. También me dijo que había cuarzos de diferentes colores y en función del color que tuviese cumplía una función u otra, el negro se encargaba de la protección del usuario -¿protección contra qué?- Mi amiga me había regalado uno negro y yo a ella le había regalado uno blanco, y ya está, no tenía más historia. Además mi cuarzo había canalizado mi esencia y la de las miles de personas que ya lo habían tocado pasando sus maldades a mi catalizador mineral. A los dos o tres días se me cayó al suelo y a tomar por culo el cuarzo.

Nos sentamos detrás de unas tumbonas amontonadas para tener un poco más de intimidad y seguí dejando que ella hablara, empezaba a tener curiosidad. Se le notaba feliz, era una chica demasiado espirituosa para aquel mundo tan frívolo y superficial, y el jour après jour le estaba asfixiando. Un trabajo tan infructuoso y desagradecido como el de relaciones públicas, en un lugar donde un montón de hijos de puta no paran de tirarle los trastos, gente completamente insustancial que no encajaba para nada con la forma de pensar de la irlandesa. Llevaba para adelante varios trabajos para poder pagar el piso donde vivía, porque los padres a pesar de ser gente de dinero no le pasaban nada. Algunas semanas más adelante me confesaría lo que yo ya estaba sospechando. Lo que en un principio era una vía de escape a mi lamentable estado de ánimo, sexo guarro con una chica puente, fue tornándose poco a poco a favor de ella. Ella no era mi excusa para olvidar mis problemas, sino que yo era la suya para desahogarse de su realidad.

Después de seguir hablando durante un buen rato, se abalanzó sobre mi. Jaque mate. -En media hora sale el sol, aprovechemos- Desde entonces tuve miedo a que mis padres me reconocieran en "Impacto TV" como una de esas parejas que son pilladas en la playa haciendo sus quehaceres y con un señor de cincuenta años colocando el pene de aquel pobre infeliz que no sabía donde la estaba metiendo. Para que conste, a mi no me hizo falta señor de cincuenta años.

Finalmente nos quedamos dormidos un par de horas, hasta que el sol nos lo permitió. Nos sacudimos la arena, nos pusimos los zapatos y nos fuimos. Me acompañó hasta la parada del autobús, no me ofreció irme a su casa ni a desayunar ni a darme un baño ni nada, lo cual me pareció justo, porque yo tampoco tenía ganas de ir, creo ambos habíamos tenido suficiente terapia esa noche. Antes de despedirme me pasó algo que por algún motivo que no entiendo me ha vuelto a pasar más veces, justo antes de pedirle el teléfono, ella ya se había adelantado. Lo apunté encantado, nos dimos un abrazo, un beso y me monté en el bus.

Tres días tardé en llamarla, nunca me ha costado llamar a ninguna chica, al fin y al cabo si te apetece quedar, porque no lo ibas a hacer, hay quien dice que hay que esperar nosecuanto tiempo de protocolo -mierdas- Lo que si suele hacer es llamar un miércoles para quedar el fin de semana, así aumenta la probabilidad de que no haya quedado aún con otras personas. Y en efecto así fue, no había quedado con nadie, pero porque tenía que trabajar. Oooh dije yo. -Pero puedes venirte como el otro día, y así me haces compañía.

Avise a mis compañeros de aventura. Y ellos estaban encantados de volver a Benalmádena, así que no hubo grandes complicaciones, solo tener que dar alguna que otra explicación. Esta vez fui mas preparado, armado con unos zapatillas cómodas y una botella de Whisky la noche sería más llevadera. Me pondría a tono y luego iríamos a su casa, nos relajaríamos un poco y follaríamos hasta perder el sentido. Me planté en la plaza con la botella de Whisky y apareció ella. Nos saludamos, hablamos apenas dos minutos y me dijo que nos veríamos después de trabajar.
Noche calcada a la de la semana pasada, solo que con más alcohol y menos escrúpulos. -Copa en el bar, sexo en el bar, paseo por la playa, sexo en la playa- No, no fuimos a su casa, ni esa noche ni nunca.

En las semanas sucesivas quedábamos los dos muy a menudo, o bien yo iba a Benalmádena a calcar noches o ella venía a Málaga a innovar e improvisar sexo -donde fuera-

Una tarde a eso de las cuatro decidimos ir a ver una película al cine. No teníamos mucho dinero así que fuimos al Centro comercial Larios de Málaga, que era lo más barato que se planteaba, desgraciadamente la cartelera no nos ayudó demasiado y entramos a ver la tercera película de Harry Potter, la del Prisionero de Azkaban. Sala seis. Aquello era muy pequeño, muy muy pequeño, apenas habría unas cincuenta butacas, pudimos elegir sitio, nos pusimos de espaldas a la puerta que estaba tapada por una pared. Allí no había nadie, lo cual tenía sentido ya que la película llevaba ya un tiempo en cartelera. Empezaron los anuncios. Diez segundos tardó en meterme mano, me la quité de encima y le dije que hasta que la película no llevase un cuarto de hora no pensaba hacer nada. -De acuerdo- dijo ella, no tienes porque hacer nada, pero yo si lo voy a hacer.

Desde entonces cada vez que juego al "yo nunca" digo eso de "yo nunca lo he hecho en el cine" de lo cual estoy especialmente orgulloso.

Playas, servicios, parques, cines, portales, ascensores... tenía las rodillas destrozadas y el corazón en el gaznate, todavía no había dormido con ella, no sabía si era buena en la cama, no sabía como era el sexo estándar irlandés y como buen profesional de la psicología estaba empezando a pensar que tenía alguna que otra manía con sus hábitos sexuales. ¡Estaba saliendo con una desviada sexual! Solo le excitaba con el sexo en lugares públicos, llevaba más de un mes así y no me había dado cuenta.

¿Bueno y qué?

Era una chica muy divertida, espiritual y comprometida y ante todo yo le gustaba mucho, lo sabía porque me lo había dicho, y tras pensarlo muy poco decidí hacer lo mejor que se podía hacer en ese momento... dejarme llevar, disfrutar y pasarlo bien, al fin y al cabo había hecho que me olvidase de mi anterior pareja, lo cual ya era algo bastante importante.

Quedamos un par de veces más, ahora tenía una mejor actitud ante ella, se había dado cuenta y ella estaba rebosante de felicidad, no hacía nada más que recordármelo, decía que el destino me había puesto en aquella mierda de sitio esa noche para que nos conociéramos y le ayudase a salir del paso, de aquella época tan horrible por la que estaba pasando. Fue entonces cuando yo también me empecé a sentir especial. Siempre gusta sentirse útil y poder ayudar a otras personas a encontrarse mejor.

A la semana se fue, desconectó el móvil, y desapareció de su casa, sus compañeros de piso me dijeron que se había vuelto a Irlanda con los padres. Jamás volví a saber nada más de ella.

Y allí me quedé de pie, aturdido y desorientado, como si aquello no hubiera pasado nunca.